sábado, 25 de abril de 2009

PARTO CON DOLOR. (Cuento)

















Inspirado en el cuento "Vacaciones de verano" del libro "El Mejor de los Mundos" de Quim Monzó.
Intentando hacerlo como narrador objetivo.
"El camillero la llevó hasta la habitación donde el marido esperaba desde hacía poco más de media hora. Diez minutos antes había llegado el doctor para informarle que todo había salido bien, que como ya sabían el feto estaba muerto, y que ella se estaba recuperando porque no la habían podido poner anestesia epidural por las circunstancias del parto. El marido comentó que de poco habría servido esa anestesia para paliar a su mujer el dolor de un parto para el que no les habían entrenado en la Maternidad.
Aunque sabía que no se podía hacer, abrió la ventana y encendió un cigarrillo. Lo apagó precipitadamente cuando la vio aparecer por la puerta, tendida en la camilla, con los ojos cerrados pero respirando pausadamente. Cuando él preguntó al camillero ¿Cómo está?, ella los abrió y le sonrió sin fuerzas mientras se le inundaban de lágrimas que ahogó entre sus párpados, sin duda para que él no sufriera. El se acercó para besarla en la frente pero no dijo nada. Sin duda desconocía si había palabras inventadas para paliar estos desconocidos sentimientos que se le ahogaban en el pecho.
Ella tampoco las debía conocer porque tampoco dijo palabra alguna. Sólo, al cabo de un buen rato, se atrevió a bajar su mano para palparse el vientre vacío e inerte que contrastaba con sus pechos que parecían que se estaban hinchando por momentos, ignorantes de que todo ya era inútil. La enfermera la había dicho que esa noche la pondría una inyección para retirar la leche y que posiblemente tendrían que vendarle el pecho; de nuevo volvieron las lágrimas a sus ojos, pero esta vez no la importó que él la viese porque también lloraba a escondidas.
Poco después él dijo que iba a la sala de espera a fumar un cigarro y cuando estaba sola se atrevió a levantar la sábana para ver su vientre hundido y yermo y advirtió que también podía ver las piernas que durante los últimos meses se habían ocultado tras su disparatada barriga.
Cuando entró el doctor para hacer la visita de reconocimiento, ella preguntó cómo era su bebé. No tienes que preocuparte de nada, dijo él, ya he hablado con tu marido y él se encargará de todo, acaba de salir para solucionar el papeleo burocrático; tú sólo debes descansar y recuperarte, porque los dos sois muy jóvenes todavía...
Su marido tardó más de dos horas en volver; venía abatido y comentó que hacía un calor espeso y agobiante. También dijo que ella sólo debía descansar y no preocuparse de nada y que se durmiese tranquila porque él se quedaría toda la noche a su lado.
Cerró los ojos simulando que dormía. Sería a eso de la media noche cuando él se levantó sigilosamente, y salió de la habitación procurando que no sonase la puerta, para que ella no se despertase. Perdió la noción del tiempo y debió dormirse porque cuando él volvió con las primeras luces del sábado a punto de llegar a los cristales de su ventana, abrió los ojos y él volvió a repetir lo de "tú sigue durmiendo y no te preocupes de nada".
Fue después de comer cuando se atrevió a preguntarle: Era un niño, ¿No? Sí era un muchacho, pero no pienses más en ello, contestó él mientras cogía su mano.
Entonces la dijo que el médico le había informado que como era sábado no podían darla el alta hasta el lunes y que tendría que dormir allí dos noches más. Cuando lleguemos a casa estaremos mejor, ya verás, todo volverá a ser como antes, mintió él con poca convicción.
No llegó ninguna visita y pasaron toda la tarde cogidos de la mano. Yo sé la ilusión que te hacía tener un muchacho; el no contestó y ella continuó: recuerdo que me decías que ibas a enseñarle todo: tus juegos de niño, tu barrio, la calle donde vivías con tus padres... un día de estos tienes que llevarme a mí, terminó ella, y él con el pretexto de fumarse un cigarro, salió a la sala de espera".

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