sábado, 25 de abril de 2009

¿liberación? (VACACIONES DE VERANO)



Se siente aliviada, el fuerte dolor, sí, a pesar de todo, este dolor le dice que todo va a terminar de un momento a otro. Empuja con toda su alma para desprenderse de aquella cosa en la que su deseado hijo se ha convertido unos días atrás, ya no hay palmadas en el minúsculo trasero de su bebé, ni llantos, ni miedos de saber mantener erguida la cabeza del pequeño… o pequeña… ya no es nada, hace unos días que no es nada, sólo un ocupa extraño en su vientre abultado, aún así, ahora tiene que hacer ejercicios para alisarlo de nuevo… ¡¡¡Cuánto hubiera deseado continuar siendo gorda!!! Una gorda, si, pero madre, claro… me duele, cielo, pero, tu tranquilo, estoy bien, descansa… yo estoy bien. Le dice a su marido que aparenta tranquilidad cuando en su rostro se rebela toda la impotencia y el desanimo, sabe que, a pesar de su empeño en acompañarla toda la noche, se marchará a casa, él tiene que llorar y no lo hará en su presencia. Cierra los ojos y se deja llevar a la tranquilidad de saber que ya no es ocupada interiormente por un ser muerto, siempre ha sentido miedo a los muertos, incluso a su, deseado bebé, siempre tubo la sensación de que un cuerpo muerto es un dolor continuo si te toca, más al tenerlo dentro de su vientre, se sentía relajada, a la vez que una brisilla de sentimiento de “culpabilidad” salta a su cabeza… tal vez no soy idónea para ello. El se ha marchado y se siente liberada para abandonarse al dolor, agradece, sutilmente, a Dios no tener que soportar la impotencia de su marido, de ese hombre que… tal como ella, pero sin engordar, y sin tener que soportar el cuerpo muerto dentro de su cuerpo, soportaba el mismo dolor dentro de su alma, él… le hubiera enseñado tantas cosas… no duerme, pero se siente descansada, hubiera querido volver a casa ya, o… quizá no… volver a la realidad cruda de los conocidos, de aquellos que le preguntarían continuamente ¿Cómo estás? No, no es eso lo que quiere, el lunes, como siempre, es el día duro, mejor así. Pasa el segundo día soportando los besos y las caricias de él… no sabe si son para ella, o si la está dando todo lo que le daría al pequeño, lo mira, lo observa, está sonriéndola, su sonrisa triste la consuela, se vuelca sobre él y nota que tiene prisa, no sabe por que, no le pregunta nada, no sabe que decirle, ni él, él tampoco la habla… ella piensa, pero no quiere volver a la duda, se acurruca y cierra los ojos dejándose de todo, casi no siente el roce de las manos de su marido… estoy bien, cielo, estoy bien, te lo prometo… tu deberías descansar, ve a casa. Sabe que el empeño que el pone para acompañarla de nuevo esta noche, es, como la noche pasada, y como será mañana cuando cierre los ojos, intentar tranquilizarla, pero la da igual, el ser ya desapareció de su interior, ahora solo quiere olvidarlo, el dolor es fuerte, diferente, pero liberador. Tal vez un día, dentro de…….., cuando mi cuerpo vuelva a confiar en mí, lo vuelva a intentar.

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