
31 DE OCTUBRE DE 2008
Se retiró enfurruñado, no le apetecía para nada irse a dormir, subió las escaleras rezando, en voz baja, mil plegarias de antidioses, maldiciendo a la "puñetera nany" ¡cuanto echaba de manos a mamá! ¡mierda vuelve ya! abrió la puerta de su leonera de un puntapié y la cerró de la misma manera, el sonido de la puerta al golpear contra el marco pareció el detonar estruendoso de un trueno, el susto le hizo abrazase a el mismo, encogiéndose como un guiñapito, fue a encender la luz y... en ese momento, un relámpago iluminó el cuarto desaliñado haciéndole ver formas imprecisas y tétricas, la luz no se encendió, parecía ser que el alumbrado había sido cortado por la creciente tormenta, sus ojos se abrían como buscando la luz y a ellos les saltaban imágenes tan caprichosas que, entre relámpago y relámpago creyó ver a todos sus antepasados mirándolo con rostros serios, vio a tía Ágata postrada en su silla de ruedas soltándole todo un sermón sobre su comportamiento, incluso creyó recibir, de lleno, en su cara, la salivilla que a la vieja se le escapaba cuando se enfadaba y gritaba, se llevó la mano a la mejilla y... estaba húmeda su cara, quizá estaba tan asustado que había comenzado a sudar, intentó moverse hasta la puerta para salir corriendo, pero sus pies se hallaban anclados a la alfombra donde, al bajar la mirada, descubrió las manos de el abuelo Ernesto, las manos viejas y arrugadas del abuelo le aferraban de los tobillos, quiso gritar y sintió que unas manos blancas, de dedos interminables le tapaba la boca presionándole dolorosamente, el olor de las manos se le antojó rancio, como a tocino seco, y su boca comenzó a recordar el sabor amargo del aceite de ricino que Lucía le metía a presión para purgarle las tripas, levantó la cara hacia la cara dueña de las manos frías, blancas y de uñas raídas, Lucía le miraba riendo sarcásticamente mientras se le acercaba al oído para susurrarle... "estas al final, aquí estas al final pequeño diablo, conseguiste sacarnos de las tinieblas" su corazón comenzó a cabalgar como un caballo loco y desbocado, intentó separar esas manos manoteando a derecha e izquierda, y otro rayo iluminó la habitación a la vez que la bombilla cubierta por una pantalla de millones de colores comenzaba a ponerse incandescente e iluminaba la habitación, cerró los ojos, intentando no soltarse de vientre, le dolía la barriga que parecía iba a reventarle, y el estomago le instaba a vomitar de inmediato, se resistió arrugándose hasta el suelo, notó como sus pantalones estaban mojados, pero no quiso saber el porqué, simplemente se dejó caer y se abandonó a los latidos histéricos de su corazón, ya no intentó gritar, ni mirar, ni moverse.
Se retiró enfurruñado, no le apetecía para nada irse a dormir, subió las escaleras rezando, en voz baja, mil plegarias de antidioses, maldiciendo a la "puñetera nany" ¡cuanto echaba de manos a mamá! ¡mierda vuelve ya! abrió la puerta de su leonera de un puntapié y la cerró de la misma manera, el sonido de la puerta al golpear contra el marco pareció el detonar estruendoso de un trueno, el susto le hizo abrazase a el mismo, encogiéndose como un guiñapito, fue a encender la luz y... en ese momento, un relámpago iluminó el cuarto desaliñado haciéndole ver formas imprecisas y tétricas, la luz no se encendió, parecía ser que el alumbrado había sido cortado por la creciente tormenta, sus ojos se abrían como buscando la luz y a ellos les saltaban imágenes tan caprichosas que, entre relámpago y relámpago creyó ver a todos sus antepasados mirándolo con rostros serios, vio a tía Ágata postrada en su silla de ruedas soltándole todo un sermón sobre su comportamiento, incluso creyó recibir, de lleno, en su cara, la salivilla que a la vieja se le escapaba cuando se enfadaba y gritaba, se llevó la mano a la mejilla y... estaba húmeda su cara, quizá estaba tan asustado que había comenzado a sudar, intentó moverse hasta la puerta para salir corriendo, pero sus pies se hallaban anclados a la alfombra donde, al bajar la mirada, descubrió las manos de el abuelo Ernesto, las manos viejas y arrugadas del abuelo le aferraban de los tobillos, quiso gritar y sintió que unas manos blancas, de dedos interminables le tapaba la boca presionándole dolorosamente, el olor de las manos se le antojó rancio, como a tocino seco, y su boca comenzó a recordar el sabor amargo del aceite de ricino que Lucía le metía a presión para purgarle las tripas, levantó la cara hacia la cara dueña de las manos frías, blancas y de uñas raídas, Lucía le miraba riendo sarcásticamente mientras se le acercaba al oído para susurrarle... "estas al final, aquí estas al final pequeño diablo, conseguiste sacarnos de las tinieblas" su corazón comenzó a cabalgar como un caballo loco y desbocado, intentó separar esas manos manoteando a derecha e izquierda, y otro rayo iluminó la habitación a la vez que la bombilla cubierta por una pantalla de millones de colores comenzaba a ponerse incandescente e iluminaba la habitación, cerró los ojos, intentando no soltarse de vientre, le dolía la barriga que parecía iba a reventarle, y el estomago le instaba a vomitar de inmediato, se resistió arrugándose hasta el suelo, notó como sus pantalones estaban mojados, pero no quiso saber el porqué, simplemente se dejó caer y se abandonó a los latidos histéricos de su corazón, ya no intentó gritar, ni mirar, ni moverse.
Sonó una voz dulce a su lado, con ese timbre suave e inolvidable, lleno de cariño, de ternura, "Blasin cielo, mami ya está aquí". Blas no quiso mirar, dejó de sentir su corazón, ya no latía, dejó de sentir dolor en las tripas y dejó de escuchar a su estomago pidiéndole evacuación, se relajó y notó como unos brazos acogedores le rodeaban, como una mano suave le acariciaba el pelo y le susurraba una nanita perpetua.
Son las cinco de la mañana, en la casa se escuchan gritos, llantos y las luces se van encendiendo una a una en todas las estancias, Karina, la nany, corría de un lado a otro con un cuerpo entre sus brazos, Lauren intentaba pararla, Luisa, embutida en su camisón de franela, movía sus brazos como las alas de un pájaro preso en un cepo, Blas, sentado en el rellano de la primera planta observaba el ir y venir, no comprendía todo aquello, pero no tenía ninguna intención de preguntar, solamente se puso en píe y les gritó
¡AL FIN ME LIBERÉ DE TODOS!
El silencio se hizo en toda la casa, Karina se quedó inmóvil, mirando a lo alto de la escalera, todo se paró, los tres pares de ojos se perdían hacía lo alto, el cuerpo inerte de Blas se contrajo y desplegó mientras que una gran carcajada escapaba de su boca.
[31 de octubre de 2008 "EL CORREO DIARIO" página de sucesos:
El silencio se hizo en toda la casa, Karina se quedó inmóvil, mirando a lo alto de la escalera, todo se paró, los tres pares de ojos se perdían hacía lo alto, el cuerpo inerte de Blas se contrajo y desplegó mientras que una gran carcajada escapaba de su boca.
[31 de octubre de 2008 "EL CORREO DIARIO" página de sucesos:
TRES PERSONAS ADULTAS Y UN PEQUEÑO DE 11 AÑOS APARECEN SIN VIDA EN LA NOCHE DE HALLOWEEN, LOS EXPERTOS AFIRMAN QUE NO HAY INDICIOS DE MUERTE NATURAL, MÁS NO SE ENCUENTRA NINGÚN TIPO DE EXPLICACIÓN RACIONAL AL HECHO.]
Unas manos blancas de dedos interminablemente largos, de uñas raídas, cerró el diario, se volvió hacía un niño de 11 años de alas negras y sonrisa pícara, y le dijo...
Unas manos blancas de dedos interminablemente largos, de uñas raídas, cerró el diario, se volvió hacía un niño de 11 años de alas negras y sonrisa pícara, y le dijo...
¡AL FIN ESTÁS CON MAMÁ! mientras le indicaba hacía una mujer que yacía sobre una losa inscrita:
MARÍA LARDIN,
MURIÓ A LOS 25 AÑOS
DANDO LA VIDA A BLAS, su hijo.
31 de Octubre 2008
D.E.P.
MARÍA LARDIN,
MURIÓ A LOS 25 AÑOS
DANDO LA VIDA A BLAS, su hijo.
31 de Octubre 2008
D.E.P.
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